Quien
Dudosa de tiempo y espacio
de mi alcoba salgo.
Mi madre tiende la ropa
no me mira ni me ve.
Mis hermanos en pálido silencio
no despiertan mi sueño.
Todo parece quieto
menos mi pensar
si pensar pudiera.
Esta verdad es duda
Esta certeza, incierta.
Regreso a mi lecho
me veo dormida
¿Quién soy
la que duerme conmigo?
Llanto
Sonidos gastados se pierden.
Viejo metal en armonía
con el tiempo que transcurre.
Viejas huellas oscurecen el ocaso.
Arrastran pesados andares
desde la luz inmóvil
escondida en el inicio de la vida
para perderse en lóbrego final.
¿Risas tus horas calmas?
amanecer, brillo jubiloso.
No son los días viajeros solos
son rondas melodiosas en el aire.
Siento tu llanto escondido,
dagas penetran mi alma.
Polvo mordido oscurece el día
y a tu rostro, tus sienes blancas.
Decisión
Sacié última gota reventada
y mi boca en burla dijo: Basta.
Doblé el infernal sendero en silencio,
mis pies ¡en llagas se malgastan!
Mi abrevadero, amor mal entendido.
Desesperada sed calmé, es cierto,
pero doble el hambre monstruosa;
rosa húmeda en mis ojos vierto.
Campiñas, ventanas de natura fecunda.
Persiana de recodos arenosos y cruces.
En cada cruz incliné mi frente
transida al levantarme ¡solaz de luces!
Dura ceguera de esta alma torpe
no ver la noche en tu mente fría.
Al bosque decido correr entonces
buscar la mar, nadar en su alegría.
No veré la luz sellada de amargura
ni serán tórridos lamentos en mi puerta
será verde lanza la llanura mía
A tu oscuro hablar, mis verdades ciertas.
Divino Consuelo
Conocí el amor por vez primera
a suavidad de piel y a fragancia ajena;
supe de fragores recorrer mis venas
y melosa voz de palabras lascivas.
Me dejó anclada en el tiempo ese hombre,
con gritos alborotando en oleadas mi sangre,
envuelta en fuego que el porfiado viento abre
y sedienta mirada que anochece de hambre.
Cambiaron de color las sementeras;
cien veces las recorrí en tu espera,
cien veces vi los lirios en primavera
y mis ojos secos mojaron mi boca entera.
Pero envolveré el tiempo en plisados rezos,
vagaré sumida en esperanzas hasta que vuelvas.
Piedras soslayaré, lodazales y fieras;
pensaré sólo en perfumes de cerezos.
Vestiré blanca mortaja, si no regresas,
cubierta de tímidas flores negras.
Agonizaré en el cruel llanto de mi risa
y mi pena vagará escondida en la brisa.
El Divino sabrá entonces, sin prisa
consolar esta obsidiana tristeza mía
al mostrarme el sufriente costado
y las llagas benditas
de sus manos y pies clavados.
Tarde Irreversible
Madre, cuando te dormiste
yo estaba lejos,
no escuché tus dejos,
tus suspiros no me diste.
Pero vi tus ojos
cuando vi los míos
en el agua de los ríos
como trigo de rastrojo.
Tu silencio fue tan afable
tus palabras
sortijas de tus viejos
Miré la luna, te vi en su reflejo
¡Mujer herida
en el alba de los sables!
Lluvia de agonía
esa tarde irreversible
rezos y puñales
volaron lejos.
Se mojó el árbol, las aves, el cortejo.
¡Madre tú,
en tu mundo inaccesible!
Abandonados
Detuvo el viento su existencia,
eso me pareció a mí;
sentí se ahogaba mi aliento
no entraba ni podía salir.
Fue el comienzo de mi sufrir,
sin piedad ni paciencia.
No sé, dormido estoy o despierto,
sólo pienso, terminó mi existir.
Bajo tierra no tienes conciencia
cómo vivo mi morir,
bajo mis pies tus flores siento
las que cuidabas en tu jardín.
Secas,
mustias,
hoy tus compañeras
que abandonaste
igual que a mí.
Sin asombro
En el rincón de un valle
de soles y lluvias embebido,
un trozo de acacio podrido
en su lomo deshecho
un brote ha nacido.
Cómo nace la vida ¡Oh, prodigio!
Cómo nacen de pobres y ricos los hijos.
Cómo danzan en ronda los niños
del mundo.
No me asombra si mañana
me encuentro
en un bosque de acacios,
perdida.
Demencia
El humo cabalga
en la espesura de tus pensamientos
rebalsando soledad abrupta del
caudal incierto.
Sale en vorágines el viento
que hipnotiza y reposa
el cansancio que agota tu cuerpo.
A raudales tus gritos de verdades ciertas
cruzan y forman laberintos
perdiéndose en las calles de tus días
escoltada por impávidas blancas mascarillas.
Yaces entonces indefensa en soledad
maltratando tu débil carne reducida.
Tus ojos murmuran tristes desvaríos
llorando la empañada luz de vida.
Limitan tu espacio y horizonte ¡rejas!
Enfrentas lúcidos momentos
sin tener respuesta.
Subyuga tu voluntad, cadenas que te arrastran
negando luces y sombras ciertas.
¡Esposadas palabras, ecos del silencio!
Te escondes ocultando desamparo, en cuclillas.
Tú que amaste como sólo aman las amantes
Tú, como amapola que se entrega a la brisa
dejaste devoraran tu esplendor y tu semilla.
Sucumbiste a los gemidos del desprecio
a dormir despierta en el olvido
reír sin saber se burlaran de tu risa
vivir muriendo tras los muros del “silicio”
Golpes aleves en su efímera realidad
asestaron en el alma de limpia frente
detuvieron a gacela en veloz carrera:
la enclaustraron en las rejas de su mente.
La Flor
Dichosa
luce su primavera,
una flor,
regada por la lluvia
alumbrada por el sol.
Segada de su tallo
decora una sepultura
o una graduación:
pálida luce,
la flor.
Ya no la visita la lluvia
y oscura por falta de sol.
Triste destino el mío
gime y llora,
la flor.
Pescador Artesanal
¡Mar embravecido!
serénense aguas
en quietud un minuto,
llénense redes
amagando llantos,
llénese la cesta
apagando hambre.
Factorías incansables
devastan tus aguas,
fría y mecánica,
sus fauces engullen
turgentes valles de peces.
Ingrato mar, ¿desprecias
las flores y el rezar?
Poseidón extraviado
¿En qué ignoto viaje olvidado
en un mar de corales?
Aplacar los montes de olas
piden los ojos de
atribulados rostros
en botes de manos vacías
¡Mar nuestro de cada día!
Somos
Me molesto a veces
también me molestas.
No puedo vivir sin mí
y a ti te busco, te necesito
el ocaso separa
pero el alba es complaciente.
Nos sentamos pensativos
en lugares solitarios.
Mañana… nos buscamos.
En la inmensidad planetaria
sabemos, somos tantos.
Imposible soledad.
Amiga
Te dijeron: “que era pecado”
Recuerdo como si fuera ayer
“amar al hombre amado
era hacer noche el amanecer”
Dijiste: “nada tiene sentido
es mi sepultura, al negárseme el amor”
¡Jardín, qué hubieras sido
al negársete florecer una flor!
No es mi amor tan pequeño
llorabas tu mala suerte:
“sin el hombre de mis sueños
caiga sobre mí ¡dulce muerte!"
Se fue…
no llegó a ti el olvido,
estoica esperaste su regreso
¡Llanto amargo! llegó rendido.
Amiga,
así nacieron estos versos.
Niña triste
Son tus ojos claros
gavillas al madurar
avecilla herida
a la deriva en el mar.
Brisa tus manitas
¿Dónde guardar?,
en mis manos grandes,
perlas a entibiar.
Tu cuerpo grácil
parece el viento llevar,
tus juncos perfumados
se quieren doblar.
Iremos por el campo
te enseñaré a cantar
de la mano, no temas,
aprenderás a danzar.
Carita de niña triste
verás el cielo brillar,
te guiñarán las estrellas,
vas a reír y soñar.
Necesito
A veces desconozco
qué estoy diciendo,
intenso desconcierto
desgarro las palabras.
Armar el puzzle
de fatigados balbuceos.
Lo que dije… no sé
si algo… no entiendo.
En el patio de mi casa
una antigua fuente reflejaba
en su fondo misterioso
mi presencia: cálida
la mirada: clara.
Mi cabello largo
chispas de luna
cuando lo peinaba.
¿Querrá la fuente antigua
ayudar a conocerme
cuando sorda sea
mi memoria?
Cementerio
En la tierra callada
que es la tierra de todos
descansaré un día
de verdad, a raudales.
Grietas vestidas de bruma,
praderas de mármol.
Bajo el mismo cielo
tierra y luna.
Un lucero besa
las arrugadas cruces piadosas,
los gorriones y zorzales
escarbando la tierra
con igual premura.
Bajo los párpados cerrados
de cuerpos extendidos
la tierra laboriosa:
los gusanos a lo suyo,
a los huesos, polvo.
Y a seguir cubriendo
por los tiempos,
caminante infatigable
en el secar y florecer
de los rosales.